La palabra "Invertir" parece reservada para unos pocos, y que solo unos pocos pueden jugar con la definición de la misma. Decir "El/Ella es inversionista" provoca una serie de ideas, muchas veces alejadas de la realidad.
Empecé a invertir en 2016 con el mínimo monto permitido por la compañía con la que inicié una sociedad. Con miedo de perder mis 10 dólares, asumí el mayor riesgo financiero hasta esa fecha. Fue después de invertir cuando comencé a analizar la legislación, regulaciones, y datos financieros. Sin saberlo, estaba dando mis primeros pasos para entender algo crucial en inversiones: la tolerancia al riesgo. Si bien el riesgo era alto, 10 dólares era un monto que podía darme el lujo de perder.
Ocho años después, he aprendido mucho. He aprendido a iniciar procesos de inversión, a analizar activos, a determinar el riesgo y el valor en cada área, bienes y personas, a visualizar teóricamente el desarrollo de un negocio y por supuesto a levantar mi fondo desde 10 dólares. También aprendí que no solo inviertes con dinero, sino con tiempo, conocimiento, responsabilidad y mucho aguante. Pero lo más importante que he aprendido es que, si pudiera explicarle a mi yo del pasado lo que he hecho, aprendido y las dificultades enfrentadas, nunca hubiera comenzado. No porque no me guste lo que hago, de hecho, es una de las labores más gratificantes de mi carrera profesional, sino porque nunca se tienen todas las herramientas al empezar algo.
Es el "comenzar" lo que te impulsa a ir más lejos. Comenzar y aprender en paralelo todo lo necesario. Después de 2, 4, 8 años, al mirar atrás, podrías decir "quizás no hubiera comenzado, pero qué bueno que lo hice."
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